viernes, 30 de agosto de 2013

Los talentos ocultos de... Axel Krygier


Además de músico, dibujante y ventrílocuo
Curioso, el hombre que dejó el colegio para dedicarse a estudiar
  • Krygier aprieta los dientes y de su sonrisa perfecta emerge una hablar finito y gracioso. Sin mover los labios imita a Chirolita. Después demuestra su propia creación en materia de ventrilocuismo: infla los cachetes y sale de no se sabe dónde una voz ahogada. Voz de submarino , lo definió Alfredo Arias cuando le hizo una demostración antes de tocar en Invenciones del Recuerdo , adaptación de Arias de un libro de Silvina Ocampo, en Villa Ocampo. "Tengo fascinación con el autocontrol del cuerpo: me paro inclinado, muevo el cuero cabelludo, hago apneas, es decir, varios minutos sin respirar. Es como algo místico, que devino estas payasadas", explica. A Krygier le da un poco de timidez esta destreza: "No sirve más que para una reunión. El ingenio no es mi fuerte, pero cuando hablo así me vuelvo ingenioso", cuenta. Todavía se queja de la vez que alguien lo contó por él en un programa de televisión al que fue con La Portuaria antes de salir de gira por el interior. "Cada vez que llegaba a un pueblo preguntaban quién era el ventrílocuo", dice aún refunfuñando.



  • Por ahora, también como pasatiempo, a Krygier lo inspira la plástica. Hace él mismo las invitaciones a sus recitales, y diseña o dibuja las tapas de sus discos. En su página Web pueden verse sus ilustraciones y animaciones ( www.axelk.com ). Pero en el rubro visual Krygier es, más que nada, es dibujante. El trabajo con color es posterior, en la computadora, y la versión final es una impresión a gran escala de su dibujo digitalizado. Más artesanales son la docena de cuadernos que él entiende como obras en sí mismas, con dibujos y textos que a veces son canciones, a veces no. Otra faceta plástica es el recorte de siluetas, una especie de dibujo con tijera. Uno de sus videos (el de Sentimiento/Pensamiento ) está hecho con la sombra proyectada de esas figuras. Los trabajos de Krygier se apilan en un taller improvisado en la cocina, o al revés. Reina la anarquía. Entre mandarinas y pilas de ropa emergen cantidad de papeles dibujados, que también ocupan el mueble donde hay vajilla.

  • El músico Axel Krygier es de esas personas con muchas caras. Músico experimental, compositor y autodefinido pianista de música clásica aficionado , oculta otros talentos: es ventrílocuo y tiene una vasta obra gráfica, muy desordenada. Fuma en pipa, es vegetariano, hace yoga, le gustan las aves y andar en pantuflas. En sus discos toca todos los instrumentos y aparecen sonidos capturados de ranas, trenes, copas, pájaros, lluvia, mosquitos, bocinazos y sonido ambiente de San Marcos Sierra, entre otros matices. Krygier integró La Portuaria, fundó el Sexteto Irreal y acompañó a Soda Stereo, Los Pericos y Charly García, entre otros. Musicalizó películas y teatro-danza, y grabó tres discos propios: ¡Echale semilla! (1999), Secreto y Malibú (2003) y Zorzal (2006). Vive en Colegiales en un PH con jardín. Cuando se sienta al piano mira sus plantas y el busto de Beethoven que emerge entre los pensamientos. Ahí llegan y cantan los pájaros de pecho hinchado que le inspiraron su tercer disco, grabado ahí mismo.

  • "Yo quería ser dibujante", afirma. A los 13, ya tocaba la flauta traversera con tanta habilidad que lo mandaron a integrar la banda del colegio Vicente López. "Ese día conocí a todos los músicos con los que tocaría durante años. Yo tenía manejo fluido de la música y de mi instrumento, pero no lo había podido compartir", recuerda. Alejandro Terán estaba en ese grupo y comparte con él hasta hoy esas dos pasiones: "A partir de ver su técnica tan desarrollada empecé a copiarlo y a esmerarme, pero negué la parte académica. Dejé el secundario para dedicarme a estudiar. Tuve varios maestros y aprendí mucho solo, fascinado con la imagen del hombre clásico que sabía de todo, ciencia y arte, con un amor al conocimiento en sí. Tengo una avidez a lo ancho, no tan en profundidad, que me llevó a estudiar muchas cosas, como cine, teatro, danza". En su biblioteca ya no entra nada más, y un mapamundi amenaza con caerse. Su gran maestro fue Klaus Cabjolsky, hijo de un fundador de La Cumbrecita, fotógrafo de aves. "Tenía un saber enciclopédico increíble, con un humor tremendo. Con él estudiaba piano, pero me hablaba de geografía, de Shakespeare, de todo", recuerda.
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María Paula Zacharías

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