Carlos Páez Vilaró cumple 90 años y le rinde tributo al blanco, como punto de partida de su arte y lienzo de sus recuerdos
La misma imponente altura. Los mismos ojos claros, soñadores e inquietos. El porte de guerrero, capaz de revolver cielo y tierra de los Andes para encontrar a un hijo perdido. La misma irrefrenable pasión por hacer, pintar, crear y dibujar que compartió con Picasso, Dalí, De Chirico y Calder en sus talleres, y que lo llevó a internarse en leprosarios, conventillos y aldeas zulúes. Carlos Páez Vilaró cumple 90 años, que no se le notan. Mientras habla se distrae con una hoja en blanco, esas que lo seducen tanto como una mujer. Esas que le disparan la imaginación y le sugieren colores y formas, como las esculturas habitables que son sus casas en Punta Ballena, Casapueblo, y en Tigre, La Bengala. A la ausencia de color tan tentadora dedica la muestra que inauguró en el Museo de Arte de Tigre, con su obra reciente, en la que no aplica colores de base, sino que deja ver la tela desnuda. "El blanco es el motivador de todas mis pinturas. Yo veo el blanco y ahora mismo me gustaría estar pintando. Es inexplicable. Me llama a llenarla de colores", dice.
