viernes, 30 de agosto de 2013

La calle, sorpresiva galería de arte


Diego Bianchi, Leopoldo Estol, Luciana Lamothe y Juliana Iriart, artistas plásticos, suelen salir de paseo artístico-experimental por las calles de Buenos Aires: han lavado autos abandonados, ordenado el arenero de una plaza (el subibaja quedó inhabilitado por un montículo de arena) y una vez salieron con secadores de piso, para pasar el agua estancada de una vereda a la otra. Hasta hicieron arte en un supermercado: se repartieron sobres con diferentes consignas, como artículos que uno nunca compraría, y en 25 minutos llenaron carritos, los fotografiaron y... los abandonaron.
Por arte callejero, entonces, deberá entenderse mucho más que malabaristas, estatuas vivientes o grupos de circo emplazados-en-plazas. Pintura, escultura, instalaciones, grabado, arte en acción, performances, son algunos de los rubros que buscan salir de las galerías e interceptar al espectador en el preciso momento en que va a trabajar, hace las compras o simplemente toma aire.
Aunque el mundo está lleno de murales, la expresión artística en las paredes sigue renovándose. Lo último en llegar fue el furtivo stencil, pariente cercano del graffiti. Modalidad reconocida en la última edición de arteBA, cuando BSASSTENCIL -uno de los tantos grupos locales dedicados al tema- fue premiado con una mención especial en el concurso Proyecto Red. Son ellos los autores del retrato de Bush con orejas de Mickey Mouse titulado Disney War, entre otros motivos antibélicos.

Penas y absoluciones

Pero la actividad artística puede tener matices inesperados. Guillermo Faivovich -parte de los talleres de la beca Kuitca y reciente expositor en la galería Ruth Benzacar- enfrentó un largo juicio por haber dibujado en una pared, cuando practicaba la ampliación de bocetos para una exposición. "Fui demorado y me secuestraron el marcador indeleble", comentó.
Su obra duró sólo unos días, y el juicio, dos años. Faivovich fue absuelto. Ahora sigue expresándose en pequeña escala, con dibujos en papelitos y servilletas que abandona ahí donde lo encuentra la inspiración: puede ser en la vidriera de un bar, donde habitualmente desliza las servilletas delante de los carteles pegados en el vidrio. Así, un cartel que promocione Mostachones 3,50 puede quedar oculto tras un garrulo, especie dibujada por Faivovich.
Quizá por temor al peso de la ley, Pablo Rosales prefirió llevar sus stencils al interior de la galería Belleza y Felicidad, y recubrió las paredes con afiches que simulan ladrillos. Y los afiches también ocupan a Judith Villamayor, pero en la vía pública: pega imágenes de factura propia fundidas con otras eróticas bajadas de Internet. Después de haberlos pegado en Abasto, Almagro y Belgrano a principios de año, la autora se dispone a adherir medio centenar por las calles de Brasilia.

Más allá de la pared

Pero no sólo las paredes y los supermercados son soportes del arte callejero. Las alternativas se multiplican:  Javier del Olmo forma parte de Arde Arte y relata su trabajo: "El 20 de diciembre de 2003, dibujamos en el asfalto el mapa de la Argentina y, desde cuatro metros de altura, filmamos lo que ocurría en Plaza de Mayo. Un televisor mostraba sólo al que estaba dentro del mapa". Se trata de un desprendimiento de Argentina Arde, agrupación de más de 120 personas surgida después del 20 de diciembre de 2001, que recuerda a las diversas experiencias de Tucumán Arde de 1968.
En esa línea, el Grupo Escombros trabaja desde 1988 con graffiti, pancartas, performances, señalamientos ecológicos y de conciencia. También, acciones solidarias como la limpieza de un basural. Y convocatorias de lo más poéticas, como la de agosto de 2002, con El bosque de los sueños perdidos: en la entrada del bosque de La Plata fueron colgados 500 círculos de cartón pintado para que los 1000 participantes escribieran sus sueños perdidos o robados. Dos meses después, con El sembrador de soles, animaron a los vecinos de La Plata, Berisso y Ensenada a escribir poemas sobre un sembradío de 500 soles plantados en el pasto. Se escribieron 424 poemas.

Desde 2001

Pionera, claro, es Marta Minujin, que no deja de repartir garabatos por su barrio, Recoleta: paredes, vidrieras, cabinas de locutorios y hasta parte de algún taxi. Desde hace dos años, llegaron para escoltarla cantidad de grupos llamados colectivos de artistas acostumbrados a sorprender a los transeúntes en la vía pública. Entre otros, el Ejército de Artistas, Suscripción, Etcétera. "Los hechos de diciembre de 2001 provocaron una reacción en el mundo del arte. La falta de auspiciantes y la crisis financiera general hicieron que muchos artistas se agruparan con una modalidad de autogestión", explica la crítica y curadora Laura Batkis, atenta al tema. "En vez de seguir en la queja, muchos usaron la creatividad al servicio de la acción." .
María Paula Zacharías
lanacion.com |
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