domingo, 1 de septiembre de 2013

Lorena Guillén Vaschetti, de odiar al fútbol a fotografiarlo


En el Centro Cultural Borges se escuchan sonidos poco habituales. Por ejemplo, el relato de Víctor Hugo Morales de un partido de fútbol, con el calor de la hinchada de fondo. En la entrada de una de las salas de exposición se comprueba, con alivio para algunos, que la banda sonora proviene de una vieja radio.
Adentro hay más novedades. Dos mesas de metegol invitan a amantes del arte a entretenerse un rato. Pero ahí lo que se oye ya no es clamor de estadio, sino música de Mozart, mientras un vendedor ambulante ofrece sonriente bebidas en una bandeja típica de cancha.
De las paredes cuelgan enormes fotografías del tema que a estas alturas cualquiera puede adivinar. Pero, otra vez, hay sorpresas: la persona que se dedicó a registrar el costado estético de esta pasión de multitudes no es un habitué de las populares, sino una mujer que se pasea por el Borges en pollera con puntilla y tacones altos. Y algo peor: dice que toda la vida odió el fútbol.
Lorena Guillén Vaschetti recorrió un largo camino hasta llegar a esta muestra. Vencer el prejuicio y dar vueltas por el mundo detrás de jugadores le llevó más de dos años, después de los que puede hacer un contrapunto entre “lo que yo creía y lo que encontré”.
Fiebre en las gradas
La idea violenta, agresiva y de fanatismo que tenía acerca del fútbol se esfumó la tarde en que pisó por primera vez la Bombonera y con su lente descubrió “líneas que trazaban límites fantásticos, personajes poderosos, banderas épicas, sombras elocuentes”, enumera. Después vinieron muchos más partidos, literatura futbolística y hasta un trabajo para la selección ecuatoriana que tomó forma de libro.
De esa primera visita a la cancha salieron varias imágenes en blanco y negro que desde el miércoles pasado y hasta el 4 de junio se exponen en el Borges. Como la de dos manos en actitud opuesta, una reprendiendo, la otra implorando; sombras bailando en el límite vacío del área; abruptos cambios de escala; o una particular visión de Carlos Bianchi. Las de color son parte del trabajo para Ecuador, cuando viajó con el equipo nacional de ese país durante tres meses. Ella, su teleobjetivo, y los 22 jugadores, durante el Mundial Corea-Japón 2002. Retrata contrastes entre gradas de Quito y Sapporo, momentos fraternos de los entrenamientos y los distintos tonos de las tribunas.
“Primero me costó enfrentarme al machismo, romper el hielo y lograr que me dejaran compartir comidas, entrar en micros y vestuarios para retratar al plantel, escenas totalmente prohibidas para las mujeres. Con el tiempo, descubrí en ellos una profunda fe religiosa, unidad, compañerismo, incondicionalidad y entrenamientos que, vistos desde afuera, parecían piezas de ballet”, asegura esta fotógrafa que una vez fue lo más antifútbol: “Al principio, este trabajo les resultó tan absurdo en mí para los que me conocen como si les hubiera dicho que iba a ser maestra jardinera. Pero encontré valores muy profundos, tanto estéticos como humanos”, se confiesa.
Su visión es “más artística que de reportera gráfica”, según explica: es arquitecta, con estudios en antropología, y cursos de fotografía desde los 14 años en el país, Estados Unidos e Italia. Ganó premios y expuso en esas latitudes, pero ésta es la primer muestra que cuelga en su tierra.
Le ofrecieron trabajos con selecciones de otros países, pero por ahora piensa dedicarse a proyectos bien diferentes: realiza junto con un antropólogo un documental de antropología visual en Perú sobre plantas medicinales incaicas, y lo intercala con un trabajo sobre el Glaciar Perito Moreno. Del fútbol, por un tiempo, prefiere descansar.
María Paula Zacharías
Publicado por La Nación, Ultima página, 20 de Mayo de 2003. Foto: Lorena Guillén Vaschetti.

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